viernes, 12 de febrero de 2016

Adicción al móvil

No sé si existe esa enfermedad diagnosticada, pero me da la impresión que en breve deberá tenerse en cuenta como una adicción más. Hoy en día algunas personas precisan más del teléfono que de cualquier otro elemento personal. Se nos pueden olvidar las llaves de casa, el bolso o la cartera, pero sin móvil no podemos salir a ningún lado.

Hasta cierto punto, el teléfono es una necesidad. Podemos llamar para pedir auxilio, nos pueden llamar si nos necesitan y estar localizados en cualquier momento. Sin embargo, llama poderosamente la atención la necesidad que tienen algunos a contar en todo momento lo que están haciendo, parece como si no pudiésemos desconectar en ningún momento.
De ese modo es frecuente que, mientras estamos en clase, cuando estamos tomando un cortado con alguien, cuando estamos en una reunión, conferencia, celebración, suena o vibra el impertinente aparato para interrumpir cualquier cosa que tengamos entre manos.
En cierta ocasión escuché con mucho acierto que los teléfonos eran un invento maleducado, porque entraban en las casas sin preguntar, interrumpiendo y sin pedir permiso. Levantan a cualquiera de la cama, interrumpen cualquier reunión… Hoy en día esta tecnología hace que quienes llevan teléfono móvil también se comporten como maleducados, puesto que el teléfono puede sonar, pero yo puedo elegir si contestar o no, si leer el mensaje o no. Pero, en general, se prefiere el móvil antes que la persona.
Me encantan las nuevas tecnologías y, en uno de esos encuentros que he tenido para hablar de ellas, algunos opinan con razón, que no hay necesidad de estar contando en todo momento lo que estamos haciendo. Hay quien afirma con sorpresa, no entender la necesidad de enviar fotos de los lugares en los que estás, ni de lo que haces a través de mensajería instantánea…  Sin embargo, muchos se empeñan en contarlo todo.
Lo que me preocupa de un modo especial de la “movildependencia” es que nos ocupamos tanto de sacar fotos para enviar a otros para que sepan dónde estamos, grabamos el video de la actuación para enviarlo que nos olvidamos de la magia de ese momento.
Siempre he creído que, a veces, sacando fotos de la puesta de sol, me pierdo ese momento. A veces por conversar con otros de lo que estoy haciendo me distraigo de lo que “realmente estoy haciendo”. A veces, por querer estar en contacto virtual con otros, me pierdo el contacto personal…